A quién no le ha pasado que cuando entra en una rutina de hacer todos los días lo mismo, de repente se encuentra en un estado de piloto automático.  Es fácil ir perdiendo los primeros propósitos y el sentido de por qué hacemos las cosas. Lo mismo nos ocurre a veces en nuestra condición de apóstoles. Por ello es importante renovar cada mañana el llamado del Señor a unirnos a su misión. 

Como bautizados estamos llamados a visibilizar la presencia de Jesús. Se trata de que allí donde estemos, nos demos a la tarea de generar puentes  y de sembrar de valores evangélicos. Es generar comunidad con estilos y formas concretas que ayuden a las personas a descubrir a Dios. Es importante no olvidar que responder a este llamado es una gracia, y no fruto de nuestros méritos. El llamado de Dios es la base de la que partir para  ser apóstol. La referencia comunitaria es esencial a la hora de tener guías y orientaciones que ayuden a responder a este llamado.

Algunas veces el despistarse del llamado a la misión, está relacionado con caer en una rutina donde no estamos atentos; otras, con no terminar de comprender  cómo integrar este llamado en la propia vida; otras con la dispersión de cosas que  hacemos.  Éstas y muchas otras cosas más se vuelvan impedimento para perder de vista el llamado que escuchamos de labios de Jesús.

Por ello, es fundamental renovar el llamado a la misión cada mañana y, si hace falta, cada instante. Es tener presente a quién le he dicho “si” y cómo la entrega a los demás es un encargo que no nace de mi mismo. Asimismo, es importante estar abiertos a la novedad que el Señor pueda regalarnos como aprendices de apóstoles.

Estos son algunos recursos de apoyo para que cada día pueda ser actualizado el llamado a entregar la vida, si empleas algún otro compártenos en los comentarios. 

Lo primordial a ser cuidado es la actitud orante u oración personal. Puedes apoyarte en la lectio divina o algún otro tipo de oración que te ayude a actualizar el evangelio en tu propia vida. La palabra de Dios puede ser siempre impulso y recordatorio de que lo que Dios da es para compartirlo.

Junto a esta escucha de Dios en la oración, es igual de importante estar abiertos al lenguaje de Dios en todo lo que nos rodea y ánima a entregar la vida.

En tercer lugar, también ayuda mucho ser parte de una comunidad, es decir, encontrar en otros el apoyo necesario para actualizar este llamado. En el diálogo y el contraste nos sentimos alentados e impulsados  a salir nuevamente a dar lo mejor de nosotros mismos.  Es estar abiertos a tener una palabra de vuelta que nos ayude a no perder de vista que el Señor cuenta con nosotros, que nos ha incorporado a su proyecto de salvación.

La vida es un constante movimiento. Aunque las actividades se repitan día a día, una y otra vez, solo hace falta renovar el llamado a la misión para ver cada día con nuevos ojos. Así podremos sentir el impulso a entregarnos a aquello que el Señor confía a nuestras manos y a nuestro corazón.