En medio de la agitación de las calles de Haití, donde la vida cotidiana a menudo se ve eclipsada por la sombra de la violencia y la inseguridad, hay hombres y mujeres que dedican sus vidas a cuidar y educar a los más pequeños. Un ejemplo de ello es la hermana Marcella Catozza, religiosa de la Fraternidad Franciscana Misionera de Busto Arsizio.

En su más reciente entrevista con la Agencia Fides, ha querido alzar la voz y abordar la difícil situación eclesial que se vive en el país caribeño. Dio a conocer que el Señor se hace presente por medio de colaboradores y voluntarios que dedican su vida a apoyar esta gran misión: “En los barrios donde estamos, la mayoría son misioneros extranjeros, porque el clero local tiene miedo de entrar, pero tienen razón porque no nos molestan, aunque hayan asesinado a la Hermana Luisa Dell’Orto, al sacerdote o a la religiosa haitianos los golpean”.

A pesar de las adversidades, la hermana Marcella vislumbra un rayo de esperanza.  Tras 20 años de trabajo incansable, cerca de 80 colaboradores se han sumado a la causa entre educadores, docentes y personal de apoyo. Han podido poner en marcha diversas instituciones, como un jardín de infancia, una escuela primaria o un hogar para 150 niños, de los cuales 40 tienen alguna discapacidad.

Marcella menciona que le sorprende observar cómo estos misioneros continúan su labor con fervor. Tienen un gran sentido de pertenencia hacia la misión, e incluso arriesgan sus vidas en su trayecto al trabajo, sorteando calles que son campos de batalla entre tiroteos y bloqueos de bandas que actúan sin escrúpulos.

Un ejemplo muy claro es el director de la residencia, quien enfrenta peligros de pandillas en su ruta, por lo que toma un camino alternativo por un río contaminado, llevando ropa extra para cambiar después de cruzarlo y lavarse en el mar. Este sacrificio refleja su compromiso con los niños que dependen de él, más allá de su salario.

Estos testimonios son un ejemplo y un recordatorio conmovedor de la esencia de la humanidad, de la fe y la donación propia, donde el poder transformador del amor y la dedicación hacia los más necesitados conmueven y nos hacen reflexionar acerca del verdadero sentido de vocación.