El Papa Francisco nos ha llamado a reflexionar y orar por quienes que se ven forzados a abandonar sus hogares en busca de una vida digna. En el mensaje titulado “Dios camina con su pueblo” subraya la presencia de Cristo en el rostro de los migrantes y la importancia de la sinodalidad en la Iglesia. Cada encuentro con un emigrante es una oportunidad de encuentro con Dios.

El Papa Francisco recordó un momento conmovedor del año 2017, cuando representantes de la Acción Católica le entregaron un ejemplar de la Biblia encontrado en una barca de migrantes procedente de Lampedusa. Estaba abierto por el Salmo 55: “Escucha, Dios, mi oración…”. Es un pequeño ejemplo de cómo los migrantes, en su travesía, experimentan a Dios como compañero, guía y salvación.

El Papa Francisco ha vinculado la migración con la sinodalidad. La Iglesia es una comunidad itinerante, un pueblo en camino hacia el Reino de los Cielos. Los emigrantes reflejan este camino de peregrinación, que nos hace dejar atrás experiencias y afectos.

Son muchas las personas que tienen que dejar sus lugares de origen, huyendo de la guerra o de la falta de oportunidades. En este camino enfrentan múltiples obstáculos, desde la sed o el hambre,  hasta la incertidumbre o la desesperación. Sin embargo, Dios no deja de acompañarles ofreciendo esperanza y compañía en todo momento y lugar, así como hace con su Iglesia.

El encuentro con un migrante es también un encuentro con Cristo”, insistió el Papa Francisco. “Es Él quien llama a nuestra puerta hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos”. La Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, nos recuerda esta realidad presente en nuestro mundo y ante la que no podemos ser indiferentes.