La Iglesia chilena realiza, desde 1982, una campaña de fraternidad cuaresmal con la intención de recaudar fondos que financien proyectos que beneficien a los desfavorecidos. Aprovechando el tiempo de preparación para la pascua del Señor, esta campaña invita a los creyentes a vivir de forma más solidaria y austera. Los fondos recibidos se dividen en tres partes: un 30% se queda en las diócesis, un 10% son para pagar gastos de la campaña y un 60% va a un fondo nacional, al que se postulan proyectos de todo el país.

La campaña de este año tiene la intención de llegar a migrantes,  indígenas,  jóvenes sin oportunidades, personas con capacidades diferentes, niños y niñas y a quienes viven en las pobrezas existenciales. Los recursos económicos recolectados podrán cubrir en gran medida esta variedad de proyectos, que se espera impacten principalmente en los que menos saben de Dios y peor lo están pasando.

Este tipo de iniciativas nos interpelan y nos ayudan a cuestionarnos. Una iglesia solidaria es una iglesia más creíble, más evangelizador. ¿De qué forma pones al servicio de la misión tus finanzas? ¿Cómo gestionas tu economía? ¿Cómo está al servicio de la dimensión evangelizadora de la fe?