Con la vigilia pascual inicia un periodo conocido como Tiempo Pascual, que dura cincuenta días, y que finaliza el Domingo de Pentecostés. En este tiempo, los cristianos celebramos la alegría de la resurrección y tratamos de sumergirnos en la nueva forma de vida que brota de mirar al Resucitado. La Pascua nos invita especialmente a la alegría y paz y nos hace testigos del inmenso amor de Jesús al mundo y a cada persona. ¿De qué manera la muerte y resurrección impactan tu corazón y te invitan a anunciar lo vivido?

Experimentar la alegría de este tiempo

La alegría de este tiempo es una alegría profunda, que brota de la experiencia de sabernos salvados. El Si de Dios a la vida ha sido más fuerte que el mal, el sufrimiento y la muerte.  Por eso, se nos invita a vivir con el gozo de reconocer que Dios sigue presente y actuando en nuestra historia.

Es un momento propicio para cosechar los frutos de la Cuaresma y de hacer de cada encuentro, una oportunidad para intuir que Jesús sigue vivo.  Quizás sea el momento de dejar paso al perdón, a los nuevos comienzos.

Somos invitados a vivir en esta alegría y a saber irradiarla. Somos sembradores de esperanza en un mundo dividido y donde se hace tan presente el anuncio renovado de una Buena Noticia.

Creer en Jesús Resucitado

Ha sido un tiempo de renovar nuestra fe. Mirando al Crucificado y al Resucitado, pedimos a Dios la gracia de tener una fe más profunda y auténtica. Ha sido un tiempo donde reconocer nuestras propias negaciones y abandonos… donde ser más conscientes que la fe verdaderamente es un don y un regalo.

¿Qué frutos deja en nuestra fe esta travesía pascual? En primer lugar, implica reconocer cómo el Señor transforma nuestra existencia y nos invita a vivir de manera distinta. Implica también escuchar y comprender de manera más honda las palabras y el mensaje de Jesús.

Durante estos cincuenta días se nos invita a salir al encuentro de los demás para suscitar en ellos el don de la fe, para pedirle al Señor que la posibilite y la despierte. Es tiempo de irradiar en los ámbitos de vida el don de la esperanza y de tratar de vivir desde la misericordia que nos ha alcanzado.

Conclusión

Es la hora de ser testigos. Jesús sigue vivo para que visibilicemos su presencia. No sustituimos su ausencia sino que ayudamos a otros a reconocerla. No es necesario salir lejos de nuestro entorno. Nuestros propios ámbitos de vida (familiares, laborales, de amistad, vecinales) son las Galileas donde reconocer a Jesús vivo y ser testigos. ¡Felices pascuas de resurrección!