El ayuno ha sido considerado como una acción obligatoria dentro de la Iglesia que en ocasiones confunde y pareciera que significa vivir los días de Semana Santa haciendo penitencia y de forma sufriente.

El sentido que deberíamos darle al ayuno es más bien, disponer el corazón en este tiempo y de forma más específica estos días (viernes) para vivir la cuaresma y semana santa con un espíritu transformado y presente.

¿Qué es el ayuno?

El ayuno como renuncia, hace referencia a dejar de lado todo aquello que nos quita la mirada de lo esencial, es “reformular la mirada”.

El ayuno significa realizar las acciones que nos refuerzan para luchar contra cualquier apego desordenado, fortaleciendo nuestra voluntad, ayudándonos a desprendernos de nosotros mismos.

Cada uno conoce su corazón y sabe que lo descentra del Señor, pueden ser las redes sociales, ver noticias en la tv, algún programa de televisión, comer desmesuradamente algo que me gusta, evitar o postergar algunas tareas de la casa o actividades personales.

También podemos ayunar de ciertos pensamientos o actitudes que no son buenos ni constructivos. Contenernos de murmuraciones, de juzgar, de decir palabras hirientes, de ingratitud, de ira, de soberbia, presunción, en definitiva, de aquellas actitudes contrarias a la virtud y la humildad.

Es también renunciar de escuchar cosas que hablen mal de otras personas, de mentiras, chismes; ayunar con nuestras manos para ayudar al necesitado sin esperar nada a cambio, con nuestros pies para estar rápidos a la atención del que lo necesita.

¿Para qué ayunar?

El ayuno nos permite abrir nuestro corazón al amor de Dios, al seguimiento de Jesús y a darnos a los demás. Este no puede separarse de la caridad fraterna. Si nos privamos de algo, es justamente para darlo al hermano y de este modo, damos testimonio de nuestro amor a Dios, en lo escondido.

En éste abstenerse, se facilita una disposición interior a escuchar la Palabra de Dios y nutrirse de ella, para que de esta manera experimentemos en nuestro corazón una profunda transformación con la ayuda también de la oración.

¿Somos capaces de concretar el espíritu de la renuncia en este sentido y dedicar ese tiempo a una reflexión del evangelio?  Puede ser concretamente orar un viacrucis, practicar la lectio divina, el encuentro y diálogo con la palabra, etc.

De forma apostólica podemos realizar acciones o gestos, como dedicarnos a un ser querido que lo necesita, tener esa conversación pendiente con ese amigo, visitar a un enfermo, platicar con mis hijos etc., es acercamos concretamente al misterio del Señor que se hace vida en medio nuestro día a día.

El ayuno es una práctica que nos pone en el camino de seguimiento de Jesús, en comunidad, que nos conduce al Padre. Pero también es una forma concreta que nos lleva a replantear nuestra relación con nosotros mismos, con los otros y con el mundo; involucra todas las dimensiones de nuestro ser.