Mis propios ámbitos de vida son ese espacio de misión donde puedo tener iniciativas que nazcan de descubrirme misionero. En ellos me encuentro con personas en diversas situaciones vitales y con momentos en la fe muy variados.

Una acción apostólica es aquella acción que realizo movido por la intención de posibilitar que otros se encuentren con Dios. Supone, por tanto, una acción que nace de la experiencia de sentirme instrumento de la gracia

A veces asociamos acción apostólica a actividades pastorales muy concretas: dar catequesis, hacer un voluntariado, pero puede ser algo más amplio y diverso. Una actividad que nazca con el objetivo de suscitar preguntas puede ser una acción apostólica. Por tanto, lo que hace apostólica una acción no es tanto que sea explicita, sino que busque posibilitar en otros el encuentro con Dios. Que sea explícita o implícita dependerá de la acción y de los destinatarios. Es importante también contemplar que esta actividad puedo llevarla a cabo de manera individual, pero también junto a otros, a modo de pequeño equipo evangelizador.

Lo que se debe contemplar para una acción apostólica

El punto de partida es saberse enviado por Jesucristo y su Iglesia allí donde estamos. Para ello es importante caer en la cuenta de que nuestro ser, pensar y actuar pueden ser un signo que remita a Dios.

La oración es otro elemento importante, para descifrar cómo tiene que darse esta acción. En diálogo con el Señor recoge intuiciones, háblale a Dios de las personas, mira a Jesús en su forma de acercarse a los otros y en sus gestos transformadores.. Que nazca de la oración te recordará que el aprendiz de apóstol sólo busca ser  posibilitador de una experiencia profunda de encuentro con Dios.

Para ello también es importante contemplar la realidad prestando los ojos al Señor, para poner la mirada en aquellos que menos saben de Dios o más alejados están de la fe y que peor lo están pasando. Se trata de mirar la realidad como Jesús, dejándonos  afectar por ella con empatía y misericordia.

Lo siguiente es tener una actitud de discernimiento, para identificar qué es aquello a lo que el Señor te invita: anunciar, convocar, irradiar, atraer, denunciar o transformar. Tomando en cuenta aquellos signos que se han descubierto, preguntarse, ¿qué crees que te pide el Señor?

Otro elemento fundamental es plantearse cómo lo haría Jesús, para desde ahí ir definiendo: qué es lo que voy a hacer, el propósito de la acción, a quién me voy a dirigir. También se pueden contemplar posibles colaboradores.

Pero, sobre todo, antes de realizar tu acción disponte para que tus gestos y palabras broten del Señor. Y no te olvides después de tu acción recogerla, evaluarla y ver cuál podría ser el siguiente paso a dar. Haz de tu vida cotidiana un lugar donde desplegar pequeñas y grandes acciones apostólicas.